
Rodrigo Paz Pereira es el nuevo presidente de Bolivia.
Fuente: Captura de pantalla Red Uno
Desde el Hotel Presidente, y acompañado por su familia, el presidente electo Rodrigo Paz Pereira ofreció su primer mensaje tras la confirmación de su victoria electoral. La escena, cuidadosamente simbólica, comenzó con la interpretación del Himno Nacional, un gesto que buscó transmitir unidad y sentido patriótico en medio de una Bolivia fragmentada y económicamente debilitada.
Lo llamativo de la jornada fue la ausencia de su vicepresidente electo, Edman Lara, quien no participó del acto. Su no presencia en el primer mensaje presidencial abrió interrogantes sobre la cohesión del binomio y las tensiones internas que podrían marcar el inicio de esta gestión.
Paz Pereira también hizo un gesto hacia sus adversarios políticos al afirmar que “en democracia, no es Rodrigo el que gana o el que pierde, es Bolivia la que gana”, prometiendo gobernar con “los mejores hombres y mujeres” sin distinción de color político.
Un mensaje de fe, familia y patria
Fiel a su estilo discursivo emocional, Paz inició agradeciendo “a Dios, la familia y la patria”, a quienes definió como los pilares de su campaña y su vida pública. En un tono más religioso que político, insistió en que su victoria “no es personal, sino de Bolivia y de la democracia”.
El presidente electo agradeció además al Tribunal Supremo Electoral (TSE) por haber “cumplido su deber en momentos difíciles”, y extendió su reconocimiento a los observadores internacionales y ciudadanos que “cuidaron el voto”. Sin embargo, su agradecimiento no disimula el escepticismo generalizado hacia las instituciones, debilitadas tras años de descrédito y crisis de confianza.
Economía y gobernabilidad
Paz Pereira afirmó que su gobierno priorizará la reconstrucción económica y la seguridad jurídica, señalando que “la ideología no da de comer” y que el país necesita trabajo, estabilidad y respeto a la propiedad privada.
El discurso, sin embargo, evitó detallar cómo enfrentará la escasez de divisas, el déficit fiscal y el aumento de la informalidad. Tampoco se refirió directamente al tema del gas ni a las tensiones con los sectores productivos, que hoy exigen políticas claras para evitar un mayor deterioro económico.
El mandatario electo reiteró que gobernará con “los mejores hombres y mujeres que quieran a la patria”, abriendo la puerta a acuerdos con otras fuerzas políticas. Pero su llamado a la unidad ocurre en un contexto en el que la fractura social y regional sigue marcando la vida política boliviana, y donde la ciudadanía desconfía de los pactos entre élites.
Bolivia vuelve al mapa internacional
Otro eje de su intervención fue la reconexión internacional. Paz agradeció las llamadas de felicitación de los presidentes de Panamá, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Perú, así como el contacto con un enviado del gobierno estadounidense.
“Bolivia vuelve a recuperar su paso geopolítico y geoeconómico”, afirmó, prometiendo reconstruir relaciones exteriores que “se enfriaron” en los últimos años.
Aun así, analistas señalan que la apertura internacional no bastará si el país no estabiliza primero su economía interna y define una política clara de inversiones y energía.
Emoción, legado y símbolo
En la parte final de su discurso, Paz hizo una evocación personal al recordar los exilios de su familia durante las dictaduras del siglo pasado y rindió homenaje a su padre, el expresidente Jaime Paz Zamora, y a su madre, Carmen Pereira. “El hombre que no agradece no entiende a la patria”, dijo visiblemente emocionado, antes de cerrar con su habitual arenga: “¡Bolivia, Bolivia, Bolivia! ¡Viva la patria carajo!”.
Un inicio con más gestos que certezas
El mensaje de Rodrigo Paz Pereira buscó proyectar serenidad, patriotismo y reconciliación nacional. Pero más allá de los símbolos y los agradecimientos, dejó pocas certezas sobre el rumbo económico inmediato, el rol de su vicepresidente, o la composición de su gabinete.
En un país con reservas internacionales en mínimos históricos, inflación contenida por controles y una economía dependiente del contrabando y el crédito estatal, la promesa de “un gobierno para todos” enfrentará pruebas rápidas.
La emoción del momento no oculta la magnitud del desafío: reconstruir la confianza en las instituciones y reactivar una economía exhausta sin caer en los mismos errores de sus predecesores. La Bolivia que Paz hereda no solo necesita discursos de unidad, sino resultados concretos y decisiones firmes.