Tarija con la tasa más alta de pacientes con problemas mentales de Bolivia

El equipo de psicólogos y psiquiatras del Intraid en promedio atienden por día más de 10 pacientes y las 30 camas que dispone el centro están ocupadas todo el tiempo, lo que deriva en atención ambulatoria y una lista de espera por asistencia que supera el mes.

Guadalupe Castillo y Daniel Rivera para Acceso Investigativo, la Red de Medios de Investigación y El País

Cuando le diagnosticaron depresión severa, Benjamín de 28 años, no sabía que para recibir ayuda profesional en el Instituto Nacional en Prevención, Tratamiento, Rehabilitación e Investigación en Drogodependencias y Salud Mental (Intraid) Tarija, tenía que esperar más de un mes para fijar su consulta, pues ese centro se vio rebasado en los últimos años. Hay una elevada demanda de pacientes con diversos cuadros de salud mental, adicción a estupefacientes, alcoholismo y rehabilitación, los profesionales como su infraestructura fue superada.

“No quería ir al médico, pensaba que se iba a pasar, y menos esperar para ver a un profesional”, dice Benjamín. Hoy lleva casi dos años de tratamiento con “buenos resultados”; el apoyo que recibió le permitió superar la “culpa” por la pérdida de su hijo producto de un accidente de tránsito, cuando él conducía.

A nivel nacional, Tarija tiene la mayor tasa por 100 mil habitantes de pacientes atendidos por enfermedades o trastornos mentales. Entre los años 2017 y 2022 registra un promedio de 1.170,6; mientras la media nacional es de 491, según un cruce de datos del Ministerio de Salud y Deportes, y del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) para este reportaje.

Los episodios de ansiedad y depresión son los motivos de consultas más frecuentes en Tarija, de acuerdo al reporte entregado por el Ministerio de Salud a solicitud de la Red de Medios de Investigación. Además, el informe muestra que luego de la pandemia, en este departamento los casos de depresión aumentaron un 44 por ciento y los de ansiedad un 63 por ciento.

El registro de Salud, también refleja que la depresión y ansiedad es el principal diagnóstico en los grupos etario de 15 a 19 años y de 20 a 39 años de edad, población joven de mayor fuerza laboral y en proceso de formación académica.

Benjamín recuerda que la cuarentena por el Covid-19, fue el punto de quiebre en su situación emocional, primero se aisló, descuidó su trabajo y buscó refugio en el consumo de bebidas alcohólicas, incluso intentó quitarse la vida, lo que afectó a su entorno familiar, quienes no dudaron en buscar ayuda de especialistas. 

Javier Blades, Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS), afirma que la ansiedad y la depresión, pese a ser cuadros con manifestaciones diferentes, ambas pueden presentarse juntas en un paciente, lo que clínicamente se conoce como depresión reactiva, y representa un episodio de mayor riesgo para el paciente, por las consecuencias que podrían darse, incluso derivar en intentos de suicidio, suicidio o el consumo de sustancias controladas. 

El psicólogo señala que hace cinco años, cuando existía el observatorio de salud mental, Tarija ocupaba entre el tercer o segundo lugar en casos de suicidios, dato que califica de “alarmante” por la densidad poblacional, comparada a otras regiones del país. Entonces, al haber un incremento de casos de depresión y ansiedad no sería extraño que ahora pueda ocupar el primer lugar en suicidios. 

“La salud mental está ligada a una situación de una crisis en el tema familiar”, apunta Baldes. Explica que los principios y valores familiares cambiaron, pues ahora los papás ya no preparan a los hijos para enfrentar los conflictos personales y sociales, y estos han perdido la imagen paterna/materna que es fundamental. 

Toda esa situación generó una juventud vulnerable psicológicamente, o lo que se conoce como la “generación de cristal”, fácil de romper, de dañar, de lastimar y no tiene defensas psicológicas. Por ello, cualquier situación, hasta la más trivial, les causa depresión o ansiedad, dejando un cuadro o una situación de crisis total, expone Blades, quien tiene un doctorado en psicología. 

Suicidios en Tarija

Según datos de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) remitidos al legislativo departamental de Tarija, en los últimos 30 meses hubo 92 suicidios y 23 tentativas de suicidios, es decir que por cada diez personas que se quitaron la vida, otras tres intentaron hacer lo mismo.

Las provincias de Arce y Cercado tienen la tasa más alta de suicidios por cada 10 mil habitantes, 0,7, mientras que la media departamental es 0,5, si se compara los datos policiales con la población proyectada por el INE. 

Para Carmen Rosa Valencia, miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa Departamental, esas cifras no representan la verdadera dimensión del problema en Tarija y a nivel nacional, por eso urge trabajar en la atención de la salud mental con la creación de un observatorio estadístico para centralizar los datos que registran las diversas instituciones y ONG, lo que permitiría orientar políticas públicas de prevención.

“Si vas a la Policía te dan un dato, en el hospital regional otro dato y si vas a ONG que trabajan con el tema, otros datos. Al final no se sabe cuál es el fidedigno porque no se centraliza todo en una sola base de datos, no tenemos un observatorio y eso es urgente crearlo”, sostiene la legisladora.  

Si bien los pacientes por intentos de suicidios son prioridad para el sistema de Salud, por considerarse una emergencia, Claudia Vásquez, técnico de la Dirección de Prevención y Promoción del Ministerio de Salud, reconoce que en el Sistema Nacional de Información en Salud (SNIS) no tiene datos oficiales sobre suicidios o intentos de suicidios en Bolivia.  

“Estamos en proceso de instauración de un formulario en el sistema para la recolección de datos respecto a esta temática (…). Estamos ahora con la OPS (Organización Panamericana de la Salud) viendo alternativas para hacer este diagnóstico y tener datos oficiales de acuerdo a edades, género y otros”, sostiene Vásquez.

A toda esta falta de información también contribuye la Fiscalía de Tarija, instancia que negó entregar datos sobre suicidios atendidos desde el 2018 hasta junio del 2023, registros solicitados de manera escrita para este reportaje. Mientras que la Policía local pidió acudir al Comando General de Bolivia, aunque días antes ya había entregado estadísticas al legislativo departamental, pero solo desde el año 2022 a junio del 2023.

Un hospital colapsado

Frontis del Intraid Tarija Crédito: Acceso Investigativo

Con 35 años de servicio, el Intraid es el único centro especializado en la patología mental y las drogodependencias referente en el sur del país, recibe pacientes hasta del norte argentino. Su capacidad es de 30 camas de internación, todas están ocupadas, la mayoría por cuadros de dependencia de alcohol, cocaína y marihuana. Situación que deriva en atención ambulatoria para pacientes con otros diagnósticos.

Si bien, la consulta es gratis y desde agosto de 2019 a través del SUS los pacientes reciben medicamentos para su tratamiento, esa atención para la mayoría es de por vida, pues algunos suman a sus cuadros de salud mental, patologías como diabetes, hipertensión o enfermedad del corazón que no tiene cura. 

Sin embargo, el SUS no cubre todos los medicamentos para el tratamiento de los pacientes con enfermedades mentales, ya que algunos no están contemplados en la Lista Nacional de Medicamentos (LINAME), como ser comprimidos de la Paroxetina (antidepresivo), Piracetam (para trastornos neurálgicos)  y Piracetam inyectable, según respuesta escrita del Intraid para este reportaje. Cada uno cuesta entre 10 y 15 bolivianos, por lo que un tratamiento mensual con estos fármacos puede costar más de mil bolivianos, casi medio salario mínimo nacional.  

Marcos Moscoso, psiquiatra del Intraid apunta que por la demanda de pacientes la capacidad de ese centro fue superada y quedó pequeña. Se tiene pacientes en lista de espera, por eso se optó por priorizar algunos casos, los más graves, como violencia o alteraciones clínicas.

“Tenemos que tomar en cuenta que estos tratamientos son prolongados, a lo largo del tiempo y multidisciplinarios”, afirma el especialista.

Moscoso lleva 12 años en el Intraid y cuenta que antes no se tenía esa afluencia de pacientes, pero en los últimos años se han visto “rebasados”.

Lourdes Vaca, secretaria de Desarrollo Humano de la Gobernación de Tarija, es consciente de que la infraestructura del Intraid ya no es la adecuada, por su antigüedad y por el tamaño. Si bien había un proyecto para un nuevo hospital, señaló que el anterior Gobernador destinó los terrenos para otro fin. Asegura que todos estos temas serán analizados en una cumbre de salud.

El equipo de psicólogos y psiquiatras, en media atienden por día más de 10 pacientes, con la particularidad que las consultas suelen demorar entre 30 minutos a una hora por persona. 

“Estamos saturados con eso, la demanda ha crecido, para sacar consulta ahora solo hay disponibilidad para fines de septiembre”, dice Moscoso. Situación que en parte califica de “bueno” porque la población está invirtiendo en su salud mental, pero, por otro lado, devela la falta de recursos humanos.

Según la OMS, en América del Sur el promedio de psicólogos para atención en salud mental es de 5,4 por cada 100 mil habitantes, en el caso de Tarija llega a 2. En lo que refiere a los psiquiatras, la media internacional es de 1,3 por cada 100 mil habitantes, en el departamento llega a 1,1.

Los médicos del Intraid no solo se ven rebasados por el aumento de pacientes, a eso se suman los requerimientos de peritos que hace la justicia conminándolos a entregar resultados en periodos cortos, incluso llegaron a abrir procesos judiciales en contra de  estos profesionales por no hacer a tiempo un trabajo que recae en el órgano judicial pero que dentro de su staff no tienen psiquiatras. Sandra Gutiérrez, fiscal departamental de Tarija, reconoció que no tienen ítems para este tipo de profesionales y por eso recurren a la ayuda del Intraid. 

Presupuesto

El presupuesto percápita promedio para salud mental entre los años 2019-2023 por parte del Gobierno Nacional en Bolivia es de 0,7 centavos de bolivianos (0,1 dólares) a través de cuatro centros u hospitales psiquiátricos. Mientras que la OPS/OMS muestra en su último Atlas de Salud Mental que en América del Sur el parámetro es 3,7 bolivianos (0,54 dólares). Si bien Tarija tiene un mayor presupuesto percápita y que sumado al aporte de la Gobernación llega a 6 bolivianos, superior a la media nacional, la ejecución de recursos en este departamento fluctuó entre el 28 y 69 por ciento.

A criterio de Blades la inversión en salud mental debería ser prioridad en el gobierno central, departamental y municipal, ya que la falta de atención en ese campo conlleva un costo económico y social en la sociedad.

“Descuidar la salud mental, no solo deja un costo económico que se suma a los seguros sociales, también hay una carga social: como la criminalidad y la inseguridad ciudadana que van en aumento. El otro elemento es la carga moral”, comenta el especialista.

A nivel mundial la media del gasto en los servicios de salud mental está en 2,8% del gasto total destinado a la salud. En la Región de las Américas, Bolivia es el país que menos recursos destina a salud mental, el gasto llega a 0,2%, mientras que Suriname registra el más alto con el 8,6%, según el reporte de salud mental por parte de la OPS/OMS en la gestión 2020.

  • Colaboración de reportería por Aleja Cuevas de La Brava

Este es un trabajo colaborativo para la Red de Medios de Investigación conformada por Acceso Investigativo, La Brava, La Nube y Guardiana en alianza de difusión con el diario El País

MÁS LEIDOS

header-img
El veneno no declarado del Río Pilcomayo
carmelo-evo
Carmelo, el monopolio que movió millones en Bolivia
Zona de extracción ilegal de oro, sector de K’uchu Pujru de la comunidad de Molle Aguada. Fuente. Segunda inspección al área de Molle Aguada.
La explotación ilegal de oro incrementa la contaminación del río Pilcomayo
Imagen-1_-Comunidad-de-Capirendita-ribera-del-rio-Pilcomayo
Resistir en el Pilcomayo: metales tóxicos amenazan la salud de los Weenhayek